Un txakoli en lo alto del árbol

 

Exterior del chacolí Arbolagaña

 


HISTORIAS DE TRIPASAIS

En Bizkaia hubo al menos dos famosos locales en los que se podía disfrutar de un trago más merienda 

entre las ramas de un árbol: 

Uno en Ibarrekolanda y otro en Ermua



ANA VEGA PÉREZ DE ARLUCEA   Jueves, 21 noviembre 2019


Recordarán muchos de ustedes al insigne cocinero -tristemente fallecido- Aitor Basabe, que rigió con excelente tino los fogones del restaurante 

Arbolagaña, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Lo que igual no saben, queridos lectores, es que el nombre no se debía tan sólo a que el 

comedor estuviera en lo alto del edificio, junto a las copas de los árboles del Parque de Doña Casilda: este moderno Arbolagaña era el heredero 

de otro mucho más antiguo, muy famoso en su época y a cuyo mando estuvo también la familia Basabe.


Les hablo del Chacolí del Árbol, símbolo del barrio de Ibarrekolanda desde mucho antes de que la anteiglesia de Deusto fuera absorbida por Bilbao,

 allá por 1924. En la actual esquina entre las calles Benidorm y Mar Mediterráneo, muy cerca del instituto de Ibarrekolanda y de la travesía que ahora

 lleva su nombre, estuvo el chacolí Arbolagaña. Lo que lo distinguía no era únicamente la calidad de sus «vinillos forales», como se llamaba a finales 

del siglo XIX a los txakolis blanco y tinto, sino el peculiar árbol que había junto a su puerta.

 

Plataforma y puente del Arbolagaña (Ibarrekolandatarrak).

 

Era un enorme platanero entre cuyas ramas se había construido una plataforma de madera, espacio único, verde y fresco donde tomar unos 

tragos (o lo que se terciara, incluyendo cazuelitas de bacalao) y al que se accedía a través de un puente desde el segundo piso de la casa. 

Como nos cuenta la web Ibarrekolandatarrak, «en la planta baja estaba la cocina, la barra, una mesa grande con bancos, y más al fondo, 

las bodegas con las kupelas o toneles, donde guardaban el vino y el txakoli, y en la planta superior estaba la vivienda con sus tres habitaciones 

y un comedor que se usaba para el txakoli, desde donde se pasaba por el balcón al árbol».


El edificio del Arbolagaña era propiedad de doña Manuela Otaola pero el negocio lo llevaban Eusebia Arrizabalaga y su marido Felipe Basabe, 

abuelos del chef Aitor Basabe. José de Orueta recordaba su libro ‘Memorias de un bilbaíno’ (1929) cómo en su juventud además de los chacolíes 

de Begoña había dos en Deusto que se clasificaban entre los mejores: el de Isidro y el Arbola-Gaña.

Además de la terraza sobre el platanero, el local contaba con un jardín en la parte trasera con gallinero, higueras y una tejavana que podía cobijar 

20 mesas y 200 comensales, aforo insuficiente durante las fiestas del barrio, en San José (marzo), cuando centenares de bilbaínos acudían en masa 

a las romerías y los chacolíes de la zona como el mismo Arbolagaña, Pantaleón, Isidro o Rondoko.

 

Postal con el árbol de San Lorenzo (Fototeca Ermua).

 

Puede que lo de tener una casita en un árbol sea una fantasía infantil recurrente, pero también fue un potente reclamo hostelero. 

Porque además del de Ibarrekolanda, en Bizkaia hubo otro afamado local con terracita arbórea: la venta del barrio de San Lorenzo, en Ermua. 

De ésta sé bastante menos, únicamente que el camino que se ve a la derecha de la foto llevaba al apeadero de Sallabente y que el edificio pudo 

ser derribado en los años 40 para ensanchar una carretera. 


También el bilbaíno Arbolagaña sucumbió bajo la piqueta, derrumbado en los 70 para 

levantar los bloques de viviendas que están ahora en su lugar. No me digan que no es una pena enorme. 

Quién pudiera pillar la primavera sentado en esas frondosas terrazas…